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11 de octubre de 2013

Leyendas del Madridismo: Higuaín



Se acaba de marchar y aún le quedan muchos años de fútbol pero en estos siete años en los que ha vestido la camiseta del Real Madrid se ha ganado a pulso estar entre los más queridos jugadores blancos, y es que si hay un adjetivo que define a nuestra ‘Leyenda’ de esta semana es: luchador y ese no es otro que Gonzalo Higuaín.



Gonzalo Gerardo Higuaín nació el 10 de diciembre de 1987 en Brest, Francia. Nació en tierras francesas porque su padre Jorge ‘Pipa’ Higuaín, también fue futbolista, y durante la temporada 1987/1988 jugaba en el Stade Brestois 29 francés. La temporada siguiente, el ‘Pipa’ volvió a jugar a Argentina, en River, y así Gonzalo creció en su Argentina querida. 

El fútbol le viene de familia, su padre y también su hermano Federico han dedicado su vida al balompié. Gonzalo dio sus primeros pasos en este mundo en el Palermo, pero pronto, a la tierna edad de diez años, llegó a River Plate donde desarrolló toda su carrera hasta que puso rumbo a Europa. Pasó por todas las categorías inferiores del club, hasta que el 5 de mayo de 2005, de la mano de Leonardo Astrada, debuta en la primera división argentina en el Torneo Clausura. Poco tiempo permaneció en el primer equipo de River, y todo gracias a sus exquisitas cualidades, en especial, a su olfato goleador. Sus goles en la Copa Libertadores y en el superclásico argentino ante Boca de 2006 le abrieron las puertas de Europa y de los grandes clubes del viejo continente. A la puerta del ‘Pipita’ llamaban el Manchester United, el Milan y el Real Madrid.


Y de esta manera llegó en diciembre de 2006 al mejor club de la historia, al Real Madrid. En sus primeras declaraciones como vikingo pronunció una palabra que le ha caracterizado a lo largo de su carrera: ‘orgullo’. El Pipita dijo en su presentación: “Es genial tener la oportunidad de jugar en un club tan importante como el Real Madrid. Me siento orgulloso de que se hayan fijado en mí”. Y es que ese orgullo que sentía porque se hubiesen fijado en él, fue el mismo orgullo con el que peleó cada temporada por un puesto en el once titular. Compitió contra los mejores, Raúl, Van Nistelrooy, Benzema o Cristiano Ronaldo y, a pesar de ello, logró ganarse a sus distintos entrenadores, a sus compañeros y a la afición.

Su primer gol con el Real Madrid no podría haber sido de otra forma, en un derby ante el Atlético de Madrid, en el que su tanto sirvió para empatar el partido a uno. En esta primera temporada no lo tuvo fácil, por delante tenía grandes rivales, pero consiguió hacerse un hueco y asistir y marcar goles que ayudaron a lograr una de las ligas más reñidas de los últimos años. Pese a la poca continuidad de la que disfrutó en sus dos primeros años en el equipo blanco, logró ser uno de los futbolistas preferidos de la afición merengue. Ya en la 2008/2009, logró esa continuidad tan deseada, en ésta también logró encumbrarse como el máximo goleador del equipo, gracias, en parte, a los cuatro goles que endosó al Málaga, en una de las noches más mágicas del ‘20’.

El ‘Pipita’ en los siete años que permaneció en la disciplina madridista logró 3 Ligas Españolas, una Copa del Rey y dos Supercopas de España. Pero, además, de los títulos se llevó algo que nadie podrá borrar y es el inmenso cariño que se ganó a pulso en estos años. Su lucha insaciable, su espíritu combativo, sus goles, su madridismo sin complejos. En su figura se encarnaban los verdaderos valores madridistas, los que otros (salvando las distancias) como Juanito o Raúl definieron a la perfección. El chico que siempre marcaba en Liga en los momentos decisivos, que podía fallar lo fácil, pero que siempre marcaba lo imposible, como el mismo se definió: “Soy un jugador positivo que siempre mira hacia delante”. Y así le recordaremos, como el argentino que siempre miraba adelante, que luchaba hasta el último minuto, que sudaba la camiseta como todos los aficionados piden, que portaba el escudo del Real Madrid con su palabra, con ‘orgullo’.



Esta temporada nos dijo adiós para embarcarse en una nueva aventura en Italia, en el Napolés, del que ahora somos un poco todos. Se marchó después de que durante la campaña pasada el Bernabéu al unísono con Arbeloa como maestro de ceremonias le cantase el famoso: “Pipita quedaté” y él aguantó un año más, pero el futbolista vive de minutos, de goles y el tuvo que marcharse de la que siempre será su casa para lograrlo.

Nadie lució jamás el ‘20’ mejor que tú.


¡GRACIAS PIPITA POR TU ESPÍRITU LUCHADOR, POR TU ORGULLO, ESE ORGULLO MADRIDISTA Y HALA MADRID!



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