Nuestra
“Leyenda del Madridismo” de esta semana es un defensa que marcó una época, el
complemento perfecto en la zaga de un equipo de ensueño, del mejor equipo de
todos los tiempos, nunca unos jugadores ganaron tanto y con tanta superioridad
al resto. Un uruguayo descendiente de españoles que recaló en el Real Madrid
gracias a una memoria única, la de Don Santiago Bernabéu, ese no es otro que:
Santamaría.
José Emilio
Santamaría nacía el 31 de julio de 1929 en Montevideo, Uruguay. Sus primeros
pasos en el mundo del fútbol los dio en el Atlético Pocitos, pero le aguardaba
un futuro prometedor y una gran carrera que consiguió gracias a dar el gran
salto, en 1947, al Nacional de Montevideo. Su vida había estado ligada al importante
equipo uruguayo desde siempre, su casa estaba al lado del Estadio Nacional y
fue allí donde se convirtió en el mejor defensa de toda Sudamérica.

Cada año,
Bernabéu fichaba a un jugador internacional. Así hacía que en vez de
estancarse, el Madrid cada año era más peligroso. En 1953 llegó Di Stéfano, en
el 55 Rial y en el 56 Kopa, formando una delantera de ensueño. Pero había que
fortalecer la zaga y ponerla al mismo nivel que aquella irrepetible delantera.
Fue entonces cuando Don Santiago se acordó de “aquel chico rubio, hijo de españoles…”, aquel defensa que en el Mundial
dejó a propios y extraños asombrados por su desparpajo y solidez defensiva. Al
capricho del presidente se le unió el principal valedor de Santamaría, Héctor
Rial.
Así, el
uruguayo cruzó el océano dejando atrás siete Ligas, una Copa de Montevideo, un
Torneo Rio Platense y dos Torneos Cuadrangulares Sudamericanos.
Llegaba por
fin al Madrid el defensa por antonomasia del mejor Madrid de la historia, por
125 mil pesos y mucho que dar al club, que por aquel entonces, se les comenzaba
a conocer como “Los Vikingos”. Fue
en 1957, tras la segunda Copa de Europa del Real Madrid. En su primera campaña
como merengue ganó Liga y Copa de Europa. Esto sólo fue el principio, tras
estos llegaron otras cinco Ligas, tres Copas de Europa, una Copa de España y
una Intercontinental.
Todo ello lo
logró durante las nueve temporadas y en sus casi 500 partidos como jugador
blanco. Pero, no sólo fue un jugador importantísimo para el Madrid sino también
para las dos selecciones con las que disputó un Mundial, Uruguay y España. En
su primer partido con España no quiso intercambiar la camiseta con ningún
jugador porque tenía dueña, su madre, que siempre sufría cuando le llamaban
‘gallego’ en Uruguay y ahora sería feliz al ver como triunfaba su hijo con su
país.
En 1966, se
retiró y fue homenajeado por todo lo alto, aunque aquella noche el Real cayese.
Tras toda una vida dedicada al fútbol en activo, en 1968 pasó a ser entrenador
de España con la selección Olímpica y la Juvenil. De ahí, entrenó al Espanyol
en los años más brillantes del club perico y regresó en el 78 a la Federación
Española de Fútbol para ser primero, coordinador de selecciones y más tarde
seleccionador nacional en el Mundial de España de 1982.
Santamaría fue
el principal artífice junto a Gento del exitoso paso del Madrid de Di Stéfano
al Madrid ‘yeyé’. Su jerarquía en el club y en la zaga vikinga hicieron de él
uno de los mejores defensas de la época. Ordenado y fuerte, un auténtico muro,
con un poderoso juego aéreo, un central con mayúsculas. No solía trabajar el ataque,
pero su contención y decisión en las tareas defensivas más complicadas hacía
que aquello se olvidase porque gracias a su poderío defensivo pudo contribuir a
que el Madrid comenzase a ser Leyenda.
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